Para abrir boca

20 enero 2011

Economía positiva, economía normativa y ruedas de molino

Dice el presidente Zapatero que es mejor reformas sin consenso que ausencia de reformas. Lo dice y quiere aparecer como salvador en una situación extrema. Todo estaría bien si no fuera por dos detalles no menores. El primero, que él es responsable directo de la situación. El segundo, que no se trata de reformar para derribar privilegios o afrontar oscuros intereses creados, sino de empeorar la situación de los más débiles, en nombre de una eficiencia en la que sólo creen algunos incautos que hacen el caldo gordo y sirven de ariete teórico e ideológico a los verdaderos beneficiarios de las reformas. Tampoco esos sindicatos que ahora se niegan al acuerdo son inocentes, seducidos por incentivos no siempre confesables en los plácidos años de la paz social.

En el PSOE llaman a eso socialdemocracia, aunque se corresponde mejor con un populismo tatcheriano con una leve pátina social: ha debilitado el sector público; ha dejado sin contenido (esto es, sin dotación presupuestaria) derechos sociales reconocidos al principio de su mandato; ha contribuido por omisión, pero también por acción, al marasmo económico; está protagonizando el mayor retroceso social en treinta años. ¿Con qué justificación? Con ninguna, como no sea la fe en que algún mecanismo sobrenatural (la mano invisible) lleve a los desheredados a una Arcadia feliz: otra vez la versión religiosa del dogma liberal.

A la innecesaria, arbitraria y seguramente ineficaz reforma laboral se une ahora la del sistema de pensiones. El runrún viene de antiguo y los mismos que hoy nos anuncian males sin cuento los vaticinaban hace quince años para hoy mismo. Brillantes augures que pronosticaban —quién sabe si previendo la independencia catalana y vasca— que la población española no superaría los treinta y cinco millones en 2020 o 2025. Se ha escrito mucho sobre y contra los argumentos utilizados para justificar la reforma. Los textos de Vicenç Navarro, ampliamente divulgados, voceados, asumidos y hasta plagiados, aunque seguramente matizables en algunos aspectos, son solventes e ilustrativos.

No obstante, quisiera centrarme en un aspecto que puede parecer anecdótico, pero que revela, a mi juicio, una forma de hacer las cosas. Y es que se ha utilizado como ariete para introducir el debate —en la reforma de las pensiones, pero también, recuérdese, en la reforma laboral—, el argumento de autoridad de cien economistas (en realidad son más), aglutinados por FEDEA, que aceptan el sacrificio de descender a los albañales de la prosaica realidad para transmitirnos los prístinos e inobjetables saberes de la ciencia que practican (¿o predican?) y mostrarnos lo equivocados que estamos. Así, no es el Gobierno quien, motu proprio, lanza una propuesta tal, sino que se ve impelido a ella ante la abrumadora contundencia de los datos. Recuerda mucho aquella afortunada frase: «Haga como yo, no se meta en política»; y fíese de los técnicos, que para eso están: la verdad tecnocrática como argumento supremo de gobierno frente a la mezquindad, subjetividad y ramplonería de la política.

Es cierto que cuando la realidad va en una dirección, es inútil que la política reme en la opuesta: no conseguirá sino empeorar las cosas. El voluntarismo político indocumentado y sin fundamentos teóricos y técnicos suele conducir al desastre. Pero eso no significa que cuanto diga un técnico ha de ser necesariamente la verdad objetiva, mucho menos cuando lo hace investido como sumo sacerdote o gurú iniciado en arcanos destinados sólo a elegidos.

El pensamiento económico acuñó hace mucho la distinción entre economía positiva y economía normativa. La primera se ocupa de los hechos desnudos y de las relaciones causales, e intenta prescindir de los juicios de valor; la segunda formula juicios sobre cómo deberían ser las cosas: el ser frente al deber ser. Por tanto, la teoría económica entra en el ámbito de lo positivo y la política económica en el de lo normativo.

El informe-manifiesto de FEDEA se basa en proyecciones hacia el futuro armadas a partir de supuestos sobre el comportamiento de las variables que entrañan un juicio subjetivo y, por tanto, son susceptibles de controversia. Pero aún va más allá. Para construir su argumentación, parte de dos consideraciones. La primera, que recurrir a los impuestos para financiar las prestaciones contributivas no es recomendable: economía normativa. La segunda, que no es viable incrementar los impuestos sobre las rentas del capital (sobre todo, porque, se dice en el informe, es necesario incentivar el ahorro para la jubilación; quizá aquí haya alguna clave interpretativa): economía normativa nuevamente. No quiero decir que no haya fundamento en lo que se dice, quizá lo haya; pero se intenta hacer comulgar a la sociedad con las ruedas de molino de una objetividad científica y una inevitabilidad de las cosas que no se corresponden con la realidad. El informe es incontrovertible en el marco de la lógica que lo inspira. Pero esa lógica, esos supuestos de partida, esa visión de «lo que debe ser» no es ni verdad revelada, ni dogma de fe. Eso sí, resulta curiosamente coherente con un sistema que, como muestra descarnadamente la situación presente, beneficia a una minoría y deja al resto de la población al albur de sus maniobras.

Claro que el raquítico estado de bienestar existente es insostenible… con los mimbres actuales: a pesar de la verborrea, ningún gobierno socialista ha intentado crear la base estructural que lo hubiera hecho sostenible, empezando por un sistema fiscal sólido. En plena euforia de ingresos proporcionados por la burbuja inmobiliaria, convenientemente alimentada por la acción gubernamental, Zapatero soltó aquello de que «bajar impuestos es de izquierdas». Esa frase ilustra mejor que cualquier otro indicador las bases conceptuales y teóricas de su gobierno. ¿Qué países han tenido problemas serios en Europa a causa de la crisis actual? No han sido precisamente los más sólidos fiscalmente. Quizá sea verdad, después de todo, que en el atraso español hay algo de idiosincrásico que impide ir más allá de la charanga, la pandereta, la prosperidad autosugerida y la modernidad de cartón piedra.

Llama la atención la facilidad con que el presidente Zapatero es capaz de asumir los intereses y argumentos de los más poderosos como propios y su permeabilidad a las presiones. Será ingenuidad, será convicción, será obsesión por aferrarse al poder. Sólo le quedaba bajarse los pantalones ante el lobby nuclear.

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13 diciembre 2010

Las deslocalizaciones de UPN

El final de la legislatura, como era de prever, está impregnado de ese aire entre melancólico y decadente que suele caracterizar los traspasos de caudillaje: mientras el saliente se empeña en dejar claro continuamente que sigue mandando, la aspirante pretende dar a entender que las cosas han cambiado, y seguirán cambiando, aun a costa de enmendar la plana a su mentor: necesita demostrar y consolidar su aún incipiente poder. Los cortesanos, por su parte, se esmeran en captar las variaciones en los delicados equilibrios del poder y se van deslizando hacia el nuevo sol, procurando no quedar con las posaderas al aire ni herir innecesariamente a quien, desprovisto ya del dedo munificente, poco tiene que ofrecer. Agazapado en las sombras, algún heredero despechado habrá (siempre los hay), tejiendo apoyos, evaluando riesgos y esperando acontecimientos.

Pero personas y talantes aparte, las organizaciones suelen tener instinto de supervivencia, especialmente cuando amalgaman intereses tan poderosos, y todos se aprestan a la batalla electoral, exhibiendo esos logros, esas hazañas de gobierno que, dirán, han conseguido que seamos lo que somos. Asistiremos a la consabida, espasmódica y cuatrienal orgía de inauguraciones de obras sospechosamente diferidas (en esto nadie le gana a la alcaldesa Barcina) al último año de la legislatura; a la exhibición de modernidades que quieren ser modernizaciones pero que a menudo no pasan de caspa sofisticada (y cara, muy cara), en la que estridencia, desmesura y derroche se unen en una trinidad casi perfecta.

Lo que pueda ir mal en Navarra (recuérdese que no hace tanto el consejero Roig nos prometía el pleno empleo al cuadrado) es por causa de una crisis global. El mal de muchos que actúa como parachoques infalible y excusa perfecta (eso sí, cuando las cosas van bien, siempre es por méritos propios). Y cuando esto no parece suficiente, se apela a la verdadera crisis, la de valores, de los cuales es UPN, al parecer, portador eterno. Así, de una forma u otra, la globalización, cualquiera que sea el significado concreto y los matices que queramos añadir al concepto, es la gran excusa exhibida, y esgrimida, es el artilugio que nos permite justificar lo que va mal o lo que se quiere hacer pero avergüenza reconocer. Entre otras cosas, la globalización se ha utilizado como excusa para reducir impuestos a las rentas más altas y a las más volátiles, esto es, las rentas del capital, incrementando, ahí donde el sistema público era ya de por sí débil, la fragilidad del sistema de prestaciones sociales, con las consecuencias que se han podido apreciar desde el mismo momento en que estalló la actual crisis. También ha sido la globalización baluarte eficaz para prevenir mejoras salariales o para justificar reformas laborales y, en general, relajamientos de derechos a favor del mercado. Se agita para ello el fantasma de la deslocalización.

Efectivamente, hay deslocalizaciones. Las ha habido siempre, porque es inherente a la naturaleza de los procesos económicos. La literatura admite como causas más comunes las diferencias salariales o la búsqueda de legislaciones laborales, sociales o ambientales más laxas. Pero esa deslocalización no es necesariamente negativa. Todo depende de la solidez del tejido económico y de las políticas que se apliquen. Sin embargo, en Navarra hemos visto en los últimos tiempos algunos casos de deslocalización mucho más preocupantes por su impacto cualitativo y, lo que es peor, inducidas o alimentadas por la Administración de UPN. Me centraré en cuatro.

Deslocalización tecnológica, perpetrada con la venta de EHN. Las razones aportadas fueron de escaso fuste; si había otras quizá no eran confesables. Para colmo, el producto de aquella venta se utilizó para especular en bolsa y servir a intereses políticos espurios. Y por cierto, con Caja Navarra de por medio, protagonizando jugosas operaciones y haciendo caja: otra constante de los últimos años de gobierno de Sanz, la obsesión por generar liquidez a la banca cívica a costa de recursos públicos.

Deslocalización cultural
: la más que evidente desidia de la Administración de UPN (foral y municipal: Barcina y su capitalidad cultural) en la gestión del asunto de la colección Huarte Beaumont culminó, como es bien sabido, en la cesión de la misma a la Universidad del Opus Dei. La negligencia es censurable siempre, pero resulta sospechosa cuando beneficia a los amigos.

Deslocalización de infraestructuras: la Autovía del Camino. Otro de los méritos de UPN es haber incrementado sustancialmente el endeudamiento de Navarra haciendo trampa y ocultándolo en los balances mediante el recurso al peaje en la sombra. Este procedimiento encarece considerablemente el producto final, frente a otras formas más ortodoxas de financiación. En el caso de la mencionada autovía, tal encarecimiento se agrava a causa de maniobras poco explicadas, alguna de las cuales ya censuró la Cámara de Comptos: doble contabilización del IPC, premios por finalización adelantada, sospecha de subestimación de aforos para incrementar de hecho el retorno financiero (y, por tanto, el nivel de endeudamiento efectivo de la hacienda de Navarra). Y todo para terminar vendiendo la obra a un banco alemán; o lo que es lo mismo, la Hacienda Foral alimentando pelotazos y, de paso, transfiriendo excedentes financieros a Alemania, donde ya se sabe que andan escasos. Excelente. Y, para variar, la banca cívica en medio haciendo caja.

Deslocalización financiera. Con la misma opacidad que ha caracterizado las operaciones ya descritas, nos volvemos a encontrar con la virtual desaparición de la única entidad financiera propiamente navarra y su dilución en un ente extraño, de composición variable e incierta y suspirando por un tiburón financiero especializado en bancos en crisis. Mediando, además, un suspenso en las pruebas de esfuerzo. Toda una proeza para una entidad que solía alardear de su solidez financiera y su prudentísima gestión. No cuadra. Como no cuadra que la entrada de JC Flowers se justificara por la inconveniencia de acudir al FROB y ahora, con la incorporación de Cajasol se vayan a pedir nada menos que 1.000 millones. Por cierto, lo último que se conoce sobre el acuerdo con JC Flowers incrementa las sospechas de «pelotazo» profesional, esto es, hacer carrera personal (carrerón, diría) en una institución tutelada por el sector público, con la complicidad de éste y a costa de los ahorros de los navarros: ándeme yo caliente...

¿Por qué denominar deslocalizaciones a estas operaciones? La razón es bien sencilla: porque en todos los casos suponen una pérdida de capacidad de decisión propia a favor de centros localizados fuera. Y, en este mundo de comunicaciones instantáneas, donde la información y el conocimiento no se desplazan sino que se difunden, donde la capacidad para competir está íntimamente ligada a la capacidad para decidir, traspasar ésta al exterior es de por sí una pérdida sustancial, agravada por afectar a ámbitos particularmente sensibles todos ellos: tecnología, infraestructuras, cultura y finanzas. ¿Quién da más? Lo más grave de todo es que, seguramente, hay una clara conciencia de todo esto, es decir, alevosía y premeditación: ¿no será que, para celebrar adecuadamente el aniversario de 2012, pretenden culminar lo iniciado en 1512?

Como suele ocurrir en estos casos, el lehendakari Sanz aspirará seguramente a pasar a la historia con halagüeños títulos; yo propondría uno que hace justicia a algunos de sus más llamativos méritos: Sanz el Deslocalizador.

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08 noviembre 2010

Nafarroa Bai, la izquierda y el nacionalismo

Nafarroa Bai está inmersa en un intenso, denso y a menudo tenso debate. Todo el mundo lo sabe, no se oculta e, incluso, algunos medios tienden a exagerarlo, ellos sabrán con qué fines. Es curioso lo que ocurre con los partidos y las organizaciones políticas en general. Cuando se debate (véase el caso de las primarias en el PSOE madrileño), desde dentro se apela a la higiene o buena salud democrática y desde fuera se critica, aludiéndose a la división y la escasa fiabilidad. Se llega a poner como ejemplo de buen funcionamiento el del PP, tan parecido al sistema del «dedazo» mexicano. Y siempre es lo mismo. ¿Quién es más fiable, quien debate internamente o quien en tiempos de crisis reorienta el presupuesto para seguir alimentando la cuenta de resultados de los de siempre, a costa de un inmenso derroche? ¿El que debate o el que promete cambio y asegura su disposición a adelantar por la izquierda, para quedarse en monaguillo del derrochador? ¿Quien debate o quien dice ser de izquierdas pero sanciona la operación de Banca Cívica?

Pero a lo que iba. La última entrega del culebrón NaBai es la decisión de Batzarre de salir de la coalición. Decisión inobjetable y que debe ser aceptada porque entra en el ámbito de soberanía de ese partido. Pero también lamentable por cuanto empobrece Nafarroa Bai al perder un capital humano y político valioso. En Nafarroa Bai, se ha repetido hasta la saciedad, no sobra nadie y todo el mundo tiene algo que aportar. Y, por supuesto, que no guste esa decisión (o que guste, que de todo habrá), no debe ser excusa para que se pierdan las formas y se falte al inexcusable deber de cortesía con quien ha sido socio tantos años. No cabe sino desear lo mejor a las personas que componen Batzarre.

Pero también es necesario introducir alguna lógica en el análisis para evitar desenvolvernos entre falacias. Se ha reiterado que Batzarre aportaba el componente no nacionalista a Nafarroa Bai y que, con su marcha, la coalición pasa a ser estrictamente nacionalista. Igualmente se argumenta que Batzarre asegura el ingrediente izquierdista vital para la coalición. No niego, es imposible hacerlo, que Batzarre sea de izquierdas o que no sea nacionalista vasco. Pero deducir que al marcharse desaparecen esas características de Nafarroa Bai es un exceso lógico que no se sostiene ni formal ni conceptualmente. Que otros lo digan, es normal. Es la vieja estrategia de repetir cansinamente algo con la esperanza de que el público se lo crea. Que lo diga la derecha política y mediática es normal: tiene miedo y agita los fantasmas de siempre (sus fantasmas) para seguir parasitando los recursos públicos de Navarra en beneficio de los suyos. Que lo diga el PSN es normal: con el papelón que han representado esta legislatura y unas expectativas poco halagüeñas, ponen su esperanza en la distorsión y la división de quien hace tiempo les adelantó por la izquierda. Que lo diga Izquierda Unida es normal: con un PSN desacreditado trata desesperadamente de convencer de que son «la» izquierda; y, además, no nacionalista. Lo preocupante es que sea asumido sin mayores reparos por las bases sociales de Nafarroa Bai, porque no es cierto. Si fuera cierto cuanto se dice desde fuera de Nafarroa Bai, y que a veces se asume internamente, ¿habría llegado a ser la segunda fuerza política en Navarra en un contexto tan hostil? Creo que no.

Nafarroa Bai es una coalición plural, rica, transversal, como se dice ahora, con un alma de izquierda y sensibilidades diversas, pero todas ellas progresistas. Y no vale apelar a lo que hacen sus componentes en otros ámbitos, sino a lo que hace Nafarroa Bai. Y lo que hacen otros que pretenden encarnar «la» izquierda (que, por cierto, han gobernado en Vitoria sin que se les abrieran las carnes). ¿Es acaso de izquierdas bendecir una operación de deslocalización que deja la institución financiera navarra por excelencia en manos de un tiburón financiero? ¿Es de izquierdas apoyarse en una de las patas del régimen de UPSN o aprobar el estafermo del Plan Moderna?

Que hay componentes claramente de izquierdas en Nafarroa Bai es innegable. Porque ser de izquierdas no se termina con el ejercicio más o menos benevolente o bienintencionado de algún tipo de beneficencia laica. Va mucho más allá y tiene que ver con la igualdad, los derechos sociales, la equidad fiscal, la sostenibilidad ambiental… Que Batzarre abandone Nafarroa Bai no significa que desaparezcan estos elementos definitorios. Queda mucho rojerío dispuesto a seguir trabajando por sus ideales y por la transformación efectiva de la sociedad navarra, más necesaria que nunca en estos tiempos de tribulación económica y desasosiego social. Y obsérvese que digo transformación, que pasa por la construcción de consensos sociales, la aceptación de las diferencias y las cesiones. No hay otro camino. La alternativa es sentarse en un rinconcito confortable a rumiar dogmas o principios irrenunciables mientras la vida pasa gestionada por otros.

Lo mismo cabe decir del nacionalismo (vasco). Al parecer, sin Batzarre, Nafarroa Bai se queda en una mera coalición nacionalista (vasca). Si consideramos las tres acepciones que recoge el DRAE para el término nacionalismo, creo que cualquier persona puede ser considerada nacionalista. Además, están quienes se definen a sí mismos como nacionalistas. Y, por último, quienes son calificados así, a modo de sambenito ultrajante o descalificatorio. Por ejemplo, si una persona considera que preferiría un estado vasco (o navarro) independiente, es calificada inmediatamente de nacionalista. Pero si es partidaria de mantener el actual estado de cosas o, incluso, se manifiesta a favor de aplastar cualquier intento de secesión, no es considerada nacionalista (española). Curioso e irracional. Yo, por ejemplo, no me definiría como nacionalista, al menos en la acepción fuerte del término. Como muchas personas que mantienen algún compromiso más o menos explícito con Nafarroa Bai; o como, estoy seguro, muchos miles de sus votantes. En el abanico político navarro hay nacionalismos, de uno u otro signo, mucho más nocivos, porque son excluyentes e intolerantes. Nafarroa Bai es posiblemente la única formación política en la que cabe toda Navarra. La Navarra de UPN, el PP o el PSN, su discurso y su práctica política, se basan en la exclusión o la marginación de una parte sustancial de la sociedad que pretenden gobernar, practicando una suerte de canovismo foral con rasgos de apartheid. Y en esa estrategia vale todo.

Las condiciones no son las mejores, pero Nafarroa Bai debe empeñarse ahora en presentar su mensaje al conjunto de la sociedad navarra, en explicar detalladamente sus propuestas y en actuar hacia fuera con la misma transparencia con que ha desarrollado sus debates internos. Seguro que la sociedad sabrá responder.

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11 octubre 2010

Independientes en Nafarroa Bai (resumen)

Para quienes no deseen o no tengan tiempo para leer el texto completo, aquí va un resumen del mismo. Para verlo a pantalla completa, una vez cargado seleccionar en "More" (a la derecha) "Fullscreen".


And here is the rest of it.

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10 octubre 2010

Independientes en Nafarroa Bai

Soy independiente. He asumido gustosamente un compromiso público con Nafarroa Bai cuando se ha estimado que mi colaboración podía ser conveniente u oportuna. A día de hoy mantengo tal compromiso, aunque no tenga una expresión pública explícita.

Esta declaración es, creo, un prolegómeno necesario para entrar en materia, que no es otra que los últimos acontecimientos habidos en relación con la asamblea de Artika y el papel de los independientes en Nafarroa Bai. Para empezar, la confusión generada hace necesario matizar, por enésima vez, que dicha asamblea no lo fue de independientes, sino de personas afines a Nafarroa Bai, lo que se ha dado en llamar nabaizales (en otros ámbitos se han propuesto otras denominaciones para designar a quienes simpatizan con la coalición, como nabaikides, pero creo que esto es lo de menos). Ni nombre figuraba entre quienes la convocaban (el procedimiento para seleccionar ese grupo de personas ya se ha explicado), porque creí, creo, que el debate siempre es conveniente, que el momento lo requería y que podía ser de utilidad.

Uno de los elementos que me ha dejado peor sabor de boca de cuanto se ha podido oír en los últimos meses es un discurso antipartidos que lleva, incluso, a minusvalorar, cuando no despreciar, el papel de sus militantes. No se trata de teorizar sobre ello ni de negar los inconvenientes del sistema de partidos en general y del funcionamiento de partidos concretos en particular. Pero Nafarroa Bai no sería nada sin los partidos que la conforman. De vez en cuando surgen comentarios o reflexiones que se delectan morosamente en la idea de una Nafarroa Bai (con la denominación que fuere) sin partidos. Algo que sería gozosamente acogido y jaleado en todo el abanico político, aunque condenado, en el mejor de los casos, a ser flor de un día y puntilla de cualquier posibilidad de cambio en Navarra. Con más frecuencia de la deseable se oye argumentar en términos de «nosotros» (los puros, los independientes) contra «ellos» (los contaminados, los partidos), siendo ese «ellos» informe y de composición variable, de manera que un partido puede pasar de ser considerado carne de altares a hechura de Satanás a golpe de coyuntura.

Es probable que mucha gente se apresure a negar cuanto estoy diciendo. Son cosas que cuesta reconocer. Pero son un hecho cierto y ahí están, gusten o no. Con los militantes ocurre algo parecido. Se oyen comentarios que parecen destilar una concepción de la militancia como un estado imperfecto o inacabado, frente a la perfección seráfica de los agraciados con la condición de «independientes», cuando en realidad se podría decir lo contrario, puesto que las personas que militan tienen, al menos, la virtud del compromiso, incluso en la disidencia o el desacuerdo. Y se ignora, quizá deliberadamente, que sin el trabajo voluntario de muchas de estas personas Nafarroa Bai no hubiera sido nada, porque la base logística que hace que la coalición esté presente en muchos lugares y se puedan hacer cosas tan elementales como mítines o charlas (más se deberían hacer) la aportan ellas.

Se ha hablado mucho, y no voy a abundar en ello, sobre la condición de independiente en Nafarroa Bai. A menudo he dicho que no me gusta la palabra, aunque la utilizo por pura convención. En todo caso, como ya se apuntó en Artika, hay una incoherencia lógica en el hecho de reivindicar la organización de los independientes a la manera convencional. No niego que pueda existir alguna forma organizativa, que caracterizaría como «difusa», pero la desconozco y tampoco sé que haya ninguna propuesta concreta al respecto. Por mucho que moleste que se diga, si las personas independientes se organizan al modo convencional y piden su tocaparte en los órganos de decisión de Nafarroa Bai en cuanto tal colectivo, quizá no sean un partido en el sentido estricto del término, pero sí un cuasi-partido, un grupo organizado que se comporta como si fuera un partido. ¿Y qué pasa con quienes no quisieran integrar ese grupo? ¿Tendrían derecho a formar su propio grupo y reclamar su representación? ¿Dónde está el límite? No está, porque es convencional, porque, en última instancia, cada persona independiente es un partido. Quizá es que se confunde independencia con ansias de pertenecer a un partido denominado Nafarroa Bai. Pero eso es otra cosa, bien distinta. En mi caso, puedo decir que aunque existiera esa posibilidad de afiliación, muy probablemente seguiría siendo independiente.

Apoyé el acuerdo Aralar-EA en su momento, no porque fuera perfecto, que no lo era, sino porque era un primer paso en el camino que consideraba adecuado, el de la supervivencia de Nafarroa Bai. No tengo ninguna duda de que si no se hubiera abierto el melón en ese momento, habría llegado el momento de cerrar listas y todavía se estaría discutiendo de estas cosas. Aplaudí la posterior incorporación del PNV porque iba en la misma dirección y contribuye a enriquecer Nafarroa Bai. (una digresión: no soy del PNV ni estoy en el «entorno jeltzale». Mis convicciones izquierdistas no tiemblan ante la presencia de ese partido en Nafarroa Bai. Más aún, la considero imprescindible. Y nadie destilando un conservadurismo brezneviano me va a explicar con quién hay que asociarse para ser «progresista, de izquierdas y abertzale»). Deseo igualmente que Batzarre continúe en Nafarroa Bai porque también tiene mucho que aportar. Aquí no sobra nadie, a nadie se puede obligar a estar y la lealtad interna debe ser un requisito esencial para que su funcionamiento sea fluido y eficaz, algo que, a pesar de la imagen idílica que a veces se transmite, no ha ocurrido estos últimos años. Tampoco me parece mal que las personas independientes que participen en los órganos de decisión de Nafarroa Bai lo hagan en función de sus responsabilidades públicas en representación de la coalición. Creo también que se ha hecho un fetiche de la paridad, cuando es un aspecto menor y se pueden conseguir los mismos objetivos con otras fórmulas. Asumo el riesgo de anatema.

Siguiendo con el papel de pitufo gruñón (qué le vamos a hacer, hoy toca disentir), no comparto buena parte del contenido del escrito enviado por los organizadores de la asamblea de Artika a la Permanente de Nafarroa Bai y del que habla la prensa, respondiendo al comunicado enviado por Aralar, EA y PNV a dicha asamblea. Puede ser discutible la forma utilizada por estos partidos, así como la negativa a hacer uso de la palabra. Pero el escrito me pareció claro y respetuoso. Ya sabemos que el antónimo de abierto es cerrado. Pero eso ni pone ni quita a que una cosa pueda estar abierta y formar parte de un proceso irreversible. Y debe ser irreversible, a no ser que se pretenda obviar los errores del pasado, ignorar lo que ha funcionado mal y mantener las cosas como están a cualquier precio. Lo inmóvil sólo puede estar cerrado, nunca abierto, porque es ajeno por naturaleza a todo cambio.

En un ejercicio aritmético ingenuo, algunas personas atribuyen a «los independientes» todos los votos de Nafarroa Bai que no son de cada uno de los partidos (utilizando para ello, curiosamente, resultados de elecciones pasadas que, sin embargo, no son válidos cuando otros intentan servirse de ellos). En mi opinión, ese diferencial no sería atribuible en cuanto tal a la presencia de independientes sino al hecho mismo de la conformación de la coalición, esto es, a la unión de los partidos. La coalición aporta el caldo de cultivo de un espacio transversal en el que se cuenta con personas independientes. Una concepción que entiendo errónea de este hecho, así como el intento de apropiación de unos resultados electorales que a todos pertenecen, termina por generar una situación que se antoja paradójica, y es que esa función aglutinadora, de argamasa, de aproximación de diferentes y hasta distantes, que debería corresponder a los independientes, se ha transferido a los partidos y sus militantes. Quizá sea un fracaso de los independientes. Quizá es que las cosas no podían ser de otro modo, precisamente por la imposibilidad lógica del concepto de «independientes» como grupo organizado.

Es hora ya de dedicarse a los problemas de la sociedad navarra, a la crisis, a las alternativas económicas, al problema ambiental, al modelo de sociedad. Y dedicarse a ellos con la responsabilidad de quien debe ser actor fundamental en su definición. Si no es así, estaremos ante un inmenso fracaso del que todos seremos culpables. Dicho sea desde la posición estrictamente personal de un independiente… ¿será el momento de definirse como independiente de los independientes de Nafarroa Bai?

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20 agosto 2010

Un suspenso para Banca Cívica

Es de esperar que los resultados de la prueba de esfuerzo (stress test) realizada a la banca española y europea no habrán sentado muy bien en la sede de Banca Cívica (en Madrid) ni, por tanto, en la de Caja Navarra (¿en Pamplona?). Los argumentos utilizados para justificar tales resultados han sido pueriles y consisten, en esencia, en el manido truco de matar al mensajero: el problema está, se ha dicho, en la metodología utilizada, sobre la que existe consenso en Europa. Ha faltado tiempo para anunciar la entrada de capital privado (estadounidense) y, por tanto, el inicio de la privatización de la entidad. Ciertamente, hay que situar la prueba de esfuerzo —que no de solvencia, como se ha llegado a escribir— en su contexto y no perder de vista lo que trata de medir. Como tampoco hay que olvidar las razones que llevaron al Gobierno y al Banco de España a realizar la prueba a un número inusitadamente elevado de entidades. Pero, finalmente, sólo cuatro de un total de veintisiete no la superaron. Así pues, las cosas no parecen ir como se anunció a bombo y platillo —en esa permanente confusión de información con propaganda— que iban a ir. La manera misma en que se anuncia la entrada de JC Flowers en Banca Cívica, y los detalles de la operación, no hacen sino añadir leña al fuego. Vayamos por partes.

La ilación de los acontecimientos puede hacer pensar que la entrada de JC Flowers en el capital de Banca Cívica es una respuesta al resultado de la prueba de estrés. Si así fuera, revelaría una gestión errática y alejada de la prudencia que, según los manuales al uso, debe presidir el gobierno de las entidades bancarias. Un socio no se busca de un día para otro, como si de ir al mercado se tratara. Lo cual conduce a pensar que las negociaciones con JC Flowers se venían desarrollando desde tiempo atrás, quizá antes incluso de anunciarse la fusión de las cajas que conformaron inicialmente Banca Cívica. ¿Quiere eso decir que ya se sabía que iba a ser necesaria alguna inyección de capital? Es probable, pero eso descubre lagunas significativas en la información suministrada a la opinión pública navarra.

El socio elegido es un inversor dedicado al sector financiero (según Bloomberg Business Week está especializado en buyouts —compra de participaciones mayoritarias en una empresa; cuando se trata de empresas públicas se denomina going private—). En algún comentario de prensa —escrito en tono laudatorio a raíz del anuncio de su entrada en Banca Cívica— se define a JC Flowers como un «tiburón» financiero, término que se suele aplicar, con matiz claramente despectivo, a operadores que, lejos de crear riqueza, la sacrifican al beneficio inmediato. En todo caso, de lo que se va conociendo se desprende que JC Flowers o bien no es un lince de los negocios, puesto que junto a transacciones claramente beneficiosas ha protagonizado otras ruinosas; o bien se dedica a operaciones de alto riesgo, seguramente buscando eso que en castellano se describe tan gráficamente con el término «pelotazo». Igualmente se observa una preferencia por entidades públicas o semipúblicas en mala situación. Así ha ocurrido con algún banco japonés o alemán y, recientemente, con la mutua británica Kent Reliance o con Cajasur. Un estimable socio de referencia. Habrá que ver cómo queda la distribución accionarial si JC Flowers se hace finalmente con el 30% del capital de Banca Cívica.

En cualquier caso, no se trata de criticar estrategias empresariales en cuanto tales. Las perspectivas de Banca Cívica pueden fortalecerse con estos cambios y el futuro ser brillante. Pero sí cabe cuestionarse si es la estrategia más adecuada para una entidad con un marcado carácter social y territorial en su mismo código genético y bajo la tutela del Gobierno de Navarra. Las preguntas pertinentes son: ¿Quién decide? ¿Con qué criterio?

J.K. Galbraith, un economista brillante que vuelve a estar de moda en estos tiempos de crisis tras años de injusto ostracismo intelectual, venía a decir en su libro El nuevo Estado industrial que la gestión de las grandes corporaciones se evade del control de los accionistas o propietarios y sus objetivos pasan a estar más relacionados con los intereses de los gestores que con la pura maximización del beneficio. Cuando se trata, además, de empresas públicas o de entidades que jurídicamente carecen de propietario, como las cajas de ahorros, es más fácil aún, de tal manera que se dan auténticos «pelotazos» profesionales sin pasar por escrutinio alguno. Un caso paradigmático de ello fue en su día la gestión de Villalonga en Telefónica. ¿Será Banca Cívica otro conspicuo ejemplo? De alguna manera, en todo este proceso ha habido una confluencia, premeditada o no, de intereses entre los gestores de Caja Navarra y el Gobierno de Navarra. Interés político e interés corporativo que convergen para utilizar Caja Navarra en beneficio propio. La mencionada ausencia de propietario y el déficit democrático de la regulación legal de Caja Navarra han favorecido esta situación, así como el uso propagandístico de la entidad. Cuando los resultados no son positivos, se mira para otro lado y se elude cualquier asunción de responsabilidades. Lejos de eso, los muñidores de la cosa quedan bien protegidos y con los riñones cubiertos.

El fondo de la cuestión es una operación política auspiciada por el dogmatismo inclemente y estulto de Miguel Sanz, aunque sea al enorme coste de perder capacidad de decisión e, incluso, ingresos fiscales. Sanz recuerda a Sansón, ese supuesto héroe que, sin embargo, no se para en barras, con tal de hacer daño: «Y exclamó: ‘¡Muera yo junto con los filisteos!’. Después empujó con toda su fuerza, y el edificio se desplomó sobre los príncipes y sobre toda la gente allí reunida. ¡Los que él mató al morir fueron más numerosos que los que había matado en toda su vida!» (Jueces, 16, 30). Ejemplar.

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08 agosto 2010

Independientes en Nafarroa Bai: una aportación

La prensa de estos días se ha hecho eco de la existencia de foros de debate, discusión, reflexión y hasta organización en Nafarroa Bai y al margen de los partidos de la coalición. Particularmente, hay un grupo de independientes (no descubro nada, ha aparecido, además de en la prensa, en algún blog; tampoco se han hecho las cosas de forma clandestina) que se reunieron el pasado cinco de julio para reflexionar sobre la supervivencia de Nafarroa Bai y elaborar sus propias propuestas, especialmente en el ámbito organizativo. No soy quién para hablar en nombre de nadie, ni siquiera para resumir ideas expuestas y mucho menos valoraciones sobre estados de ánimo. Por eso me limito aquí a exponer mis ideas sobre algunas cuestiones que se suscitaron.

No obstante, creo que puedo afirmar, sin incurrir en excesos interpretativos, que la diversidad de aportaciones, orales o escritas, al debate, coinciden —no por causalidad— en tres aspectos:

  • Primero, en el desencanto por la evolución de la organización en esta legislatura.
  • Segundo, y relacionado con el anterior, en la deseabilidad de una profundización en lo que se viene denominando el «espíritu fundacional» de Nafarroa Bai.
  • Tercero, que llegados a este punto se impone alguna forma de organización de las personas «independientes» (usaré el término para entendernos, aunque lo considero desafortunado) de la organización para hacerse visibles, dar un puñetazo en la mesa y empezar a negociar en condiciones de igualdad con los partidos.
Estos son los puntos que considero relevantes y que comparto. Junto a ellos, en muchos comentarios se destila una cierta visceralidad contra los partidos. Parece contemplarse a éstos como enemigos, se razona en un marco conceptual dicotómico (y dialéctico) en el que estamos «nosotros» contra «ellos». Seguramente lo que subyace a estas formulaciones es la pasión y el interés con que se vive y siente cuanto afecta a Nafarroa Bai, y eso es bueno. Al menos indica que, si lamentablemente desaparece o se adultera, no será entre la indiferencia o la dejadez. Pero, nos guste o no, los principios deben traducirse en criterios organizativos, en cuotas, en guarismos; en cosas, en suma, prosaicas, frías y que dejan poco margen al apasionamiento o a los brindis al sol, pero que no por ello son menos necesarias. Tan necesarias y tan importantes son, que es lo que está poniendo en peligro a Nafarroa Bai.

Por ello, entiendo que el debate debe partir de dos consideraciones:

En primer lugar, Nafarroa Bai es a día de hoy, para bien o para mal, guste o no guste, una coalición de partidos. Y lo es porque una serie de organizaciones —con la aportación innegable y valiosa de personas independientes— quisieron crearla (por los motivos que fuera y que a día de hoy son seguramente irrelevantes) y pusieron en marcha un proceso que, afortunadamente, ha ido más lejos y se ha desenvuelto con mayor autonomía de lo que seguramente preveían.
Esta coalición es singular porque abarca un espectro ideológico, social y político muy amplio, por más que la sociedad parece situar la coalición claramente en la izquierda. Pero su pluralidad genética y también la diversidad cultural, histórica y organizativa, es un elemento muy a tener en cuenta al plantear posibles evoluciones, porque actúa como una restricción. Hacer un ejercicio de optimización sin tener en cuenta la restricción equivale, en estas circunstancias, a escribir cartas a los Reyes Magos (ejercicio saludable y necesario, pero cuyo momento no es seguramente éste).

Ahí es donde surge, creo yo (estos términos son polisémicos y, por ende, resbaladizos), haciendo de la necesidad virtud, la «transversalidad» como rasgo distintivo de Nafarroa Bai. Transversalidad que, en todo caso, hay que llenar de contenido, no se puede quedar en su mera enunciación (la transversalidad hueca remite a una ingenua fraternidad universal y genera monstruos como movimientos nacionales o sindicatos verticales).

En segundo lugar, ¿qué papel corresponde a las personas «independientes» en este contexto? Entiendo que precisamente por la diversidad ideológica y organizativa de los partidos que la conforman, ser la argamasa, el tejido integrador, el elemento que materializa e impregna de contenido la transversalidad, haciendo viable la coexistencia entre diferentes, precisamente rellenando los espacios entre ellos. Pero por eso mismo, hay que meditar con sumo cuidado la forma de inserción de estas personas en Nafarroa Bai. Creo, y la experiencia de los últimos tiempos lo avala, que es más necesaria que nunca alguna forma de organización. Pero creo también que no puede ser similar a la de los partidos, porque eso seguramente impediría a este grupo realizar su función.

De hecho, entre las personas independientes encontramos al menos la misma diversidad ideológica, seguramente mayor, que entre los partidos, lo cual dificulta enormemente la definición e interpretación de una postura común en muchos aspectos. Y tampoco se libra de la tentación cainita, cuando hay muchas formas de ser «independiente», sin que eso pase por ser ideológicamente aséptica (no creo mucho en las equidistancias); incluso se puede ser independiente «contra» (personas, grupos, partidos). Un grupo difuso (dicho sea en el sentido matemático o en el de la primera acepción del DRAE y nunca en sentido peyorativo), requiere alguna forma de organización igualmente difusa y sutil.

De otra manera, estaríamos en la tesitura de conformar una organización similar a los partidos (llámese partido o no), la dichosa quinta pata (o sexta, o séptima, u octava, vaya usted a saber): una opción legítima y digna de consideración, pero que no es en lo que en este momento estamos.

Por estas dos razones, creo que el debate ideológico intra-independientes no tiene sentido, más allá del establecimiento de un mínimo común, que creo que ya existe, sino que procede ir directamente a la cuestión organizativa. Por otra parte, me da la impresión de que el acuerdo entre los partidos es mucho más fácil en las así denominadas líneas políticas y programáticas (que se pueden pulir y socializar y ya hay alguna iniciativa en esa dirección), mientras que el desacuerdo se centra en lo organizativo.

A este respecto, creo que se debe contemplar explícitamente la presencia de independientes en los órganos decisorios de Nafarroa Bai y la forma de cubrir esos puestos. La paridad absoluta o la existencia de participaciones ponderadas (por el criterio que sea, todos son discutibles) es una cuestión menor si se establecen adecuadamente criterios de adopción de decisiones respetuosos con las minorías o la exigencia de unanimidad o mayorías suficientemente amplias para determinadas decisiones.

Pero al considerar esta cuestión, no hay que perder de vista los condicionantes organizativos. No se trata de poner palos en las ruedas, sino de tener en cuenta todos los aspectos. Por ejemplo, si se propone que el colectivo de independientes elija a sus representantes en los distintos órganos de la coalición, habrá que concretar cómo se define ese colectivo, tarea nada fácil, porque según como se haga obligaría a los partidos a hacer públicos sus listados de militantes, algo impensable. Igualmente, si se piensa en que sea Nafarroa Bai en cuanto tal quien adopte sus decisiones a través, por ejemplo, de asambleas, habrá que concretar cuidadosamente la composición de tales asambleas. Lo mismo ocurre con la tan demandada militancia. ¿Quiénes pueden ser militantes de Nafarroa Bai? ¿Cuál sería su peso en los órganos de la coalición? ¿Es incompatible la militancia en Nafarroa Bai con la militancia en uno de los partidos que la integran? Si lo es, los partidos deberán publicar sus censos de militantes. Si no lo es, tenemos servidas las suspicacias. Insisto, no son objeciones teóricas, sino aspectos prácticos que habrá que tener muy presentes al plantear cualquier alternativa. En su momento ya se planteó alguna propuesta que fue arrumbada sin mayor debate.

Una forma muy eficaz de generar el tejido común tan necesario para la supervivencia de Nafarroa Bai es el trabajo. Por eso, deben existir grupos de trabajo permanente y con una conformación bien definida (para huir del amateurismo; hay que olvidarse de grupos de trabajo de composición etérea y basados en la buena voluntad, porque no son operativos) que se encarguen de dar cuerpo y entidad argumental a las posturas de la coalición, así como de asesorar y arropar a los cargos electos, especialmente en el ámbito municipal. Es una asignatura pendiente y uno de los factores que explican que, a día de hoy, no se sepa qué piensa realmente Nafarroa Bai en muchos temas trascendentales para la ciudadanía, o en qué basa sus apreciaciones. Los documentos, informes o como se quiera llamar al producto excogitado por estos grupos, deberían servir, además, como base para otra actividad igualmente necesaria y que se ha descuidado mucho, como es explicar a la ciudadanía, en toda Navarra, las posiciones de Nafarroa Bai en todos los aspectos de la vida política, social, cultural o económica (de Navarra y del resto del mundo, que para eso somos unibertzales y nada humano nos debe ser ajeno).

Establecidas posturas comunes, creo que lo procedente sería plantearlas a los partidos (no sé si en la Permanente o de otra manera, no se trata de hacer cuestión de principios de todo) y, a partir de ahí, intentar forjar consensos con mucho, mucho, talante del bueno, porque nos corresponde dar ejemplo de flexibilidad, disposición negociadora y sentido común. La autoridad, la legitimidad, hay que ganársela y en eso hay algún camino recorrido; pero también hay que revalidarla continuamente.

Para terminar, una cuestión que en algún momento habrá que considerar y que expongo para la reflexión. Nafarroa Bai surge con un número de partidos. Posteriormente el escenario ha cambiado y hay un nuevo partido, Hamaika Bat, procedente de una escisión de EA. Las personas afiliadas a Hamaika Bat están en una especie de limbo, porque no integran la coalición en tanto que partido y no son estrictamente independientes (digamos que, desde el punto de vista de Nafarroa Bai, serían algo así como «independientes organizados», «independientes de obediencia distinta a Nafarroa Bai», «independientes dependientes no de Nafarroa Bai», o cualquier otra cosa rara que se nos ocurra para definir una situación extraña). La reflexión organizativa también debe alcanzar situaciones como ésta.

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