Para abrir boca

23 noviembre 2008

Las lecciones de la crisis

Dice un personaje de Alejo Carpentier en La consagración de la primavera que «las batallas se vuelven batallas de verdad, cuando se han ganado o perdido. Entonces cobran un nombre y —si son importantes— pasan a la Historia». Es lo que ocurre con la actual situación económica, que sólo sabremos si es histórica cuando termine, por mucho que pese a agoreros y políticos al uso, innecesariamente empeñados en otorgar calificativos a cual más truculento. Parece como si el juicio de lo hecho hasta ahora dependiera de la magnitud del desastre que pueda avecinarse. Quizá ello tenga que ver con que esta es, seguramente, la primera crisis transmitida en tiempo real, lo que favorece la dramatización e incrementa la alarma del público y con ella la desconfianza. Añádase que en tiempos turbulentos proliferan siempre los profetas del desastre, porque es una actividad fácil, cómoda, en la que no se asumen riesgos y no hay que justificar nada de lo que se dice. Si la evidencia del error obliga a dar explicaciones, siempre es posible interpretar los hechos a posteriori para que quepan en el marco apocalíptico del agorero.

Pero sea lo que sea lo que se nos viene encima, hay algunas lecciones que podemos extraer de la situación actual y que sería conveniente que no cayeran en saco roto, tanto en los niveles de gestión política como en los de decisión ciudadana.

Primera: los peligros de adelgazar el sector público. El pensamiento liberal asigna al sector público el único papel de proporcionar seguridad jurídica y asegurar el orden público (el binomio de ley y orden), sin que importe demasiado el coste social al que se pueda conseguir. Sin embargo, en una sociedad moderna el sector público debe desempeñar actividades sociales o económicas que van mucho más allá. De tal manera que su reducción no sólo no resuelve problemas, sino que crea otros nuevos, como ha mostrado la experiencia de los últimos veinte o veinticinco años. En el momento actual vemos cómo adalides del mercado piden paréntesis intervencionistas o presionan para la nacionalización de empresas con problemas, con el cinismo de quienes en épocas de vacas gordas solicitaban la abstención pública para no interferir en sus beneficios. Ahora bien, la capacidad de intervención del sector público depende de su dimensión. Si se reduce en fases expansivas por debajo de su nivel crítico, se le aboca en las recesiones a recortes adicionales.

Segunda: el mercado no lo soluciona todo y hasta puede ser el problema. El mercado es un sistema de asignación de recursos. Nada menos, pero nada más. Cuando funciona bien, suele ser el mejor sistema. Pero hay amplios campos de la vida económica en los que el mercado no sólo no funciona, sino que genera problemas adicionales. Y no vale, como se ha hecho desde algunos foros, achacar al sector público la crisis actual por haber abdicado de su responsabilidad reguladora. Es un argumento tramposo, porque quienes llevaron a esa situación fueron gestores públicos que llegan a sus ámbitos de decisión precisamente para hacer esa tarea. La libertad de mercado ha servido como coartada para dejar un campo tan sensible como el financiero al albur de operadores con mucha más imaginación que escrúpulos.

Tercera: la importancia de las redes sociales. Los sistemas de prestaciones sociales, habitualmente identificados con el concepto de Estado del Bienestar (en sus diversos grados) no son una concesión munificente, una limosna pública, una forma moderna de beneficencia. Por el contrario, cumplen una función esencial en la creación de condiciones adecuadas para la actividad económica y el progreso del conocimiento, así como para redistribuir, reducir desigualdades, mitigar conflictos, crear redes de seguridad y socializar en parte los resultados de una actividad que es social, por más que tenga titularidad jurídica privada.

Cuarta: la importancia de la política de rentas, entendida como concertación social. Hemos asistido en las últimas décadas a un deterioro persistente de las rentas del trabajo, mientras los beneficios empresariales presentaban incrementos en ocasiones espectaculares. La globalización se convierte en el pretexto (muchas veces de endeble armazón) para todo tipo de desmanes, que van desde el agravio en el tratamiento fiscal de los salarios a la reducción de prestaciones sociales o la flexibilización del mercado de trabajo. Como resultado, las rentas salariales se convierten en los sostenedores del entramado público, pero son las damnificadas cuando se reducen las prestaciones. Es necesario un nuevo modelo de concertación social, que tiene mucho que ver con la definición de un nuevo modelo para un tejido económico menos dependiente de centros de decisión foráneos, más ligado a los recursos propios, respetuoso con la restricción ambiental y generador de conocimiento. Desde hace más de treinta años se demanda, como remedio a las épocas de crisis, la flexibilización del mercado de trabajo. Como si el tiempo no hubiera pasado y ese mercado fuera exactamente igual que en los setenta, el Banco de España y la CEOE vuelven a lo mismo. La vacuidad de tan cansina cantinela queda patente en cuanto un representante de la patronal la concreta: reducir el coste del despido (en román paladino: a la puta calle y con lo puesto) y facilitar la contratación a tiempo parcial. Estas demandas sugieren dos cosas: que se pretende hacer recaer, una vez más, el peso del ajuste sobre el empleo y que realmente queda poco por flexibilizar, como no sea legalizar la esclavitud.

Junto a las medidas económicas para paliar la crisis y junto a políticas estructurales que es necesario acometer sin demora, habría que trabajar también por la recuperación de valores abandonados en su día para echarse en brazos del progreso fácil y de las cifras brillantes. Valores como la solidaridad, la igualdad, la educación o la justicia social, que deben impregnar la acción política en una sociedad moderna.

También hay que evitar la tentación, con el pretexto de mantener el empleo, de impedir cambios que, por corregir desmanes anteriores, no sólo son necesarios sino, incluso, saludables. Por ejemplo, el peso excesivo de la construcción, que ha alimentado una bolsa de empleo de muy baja calidad. O la industria del automóvil. Está claro que en Navarra tiene fecha de caducidad, aunque no sea hoy ni mañana. Mejor que empecinarse en ir contra tendencias difícilmente reversibles, es hacer apuestas innovadoras para el futuro y poner los medios. El proyecto de presupuestos de Navarra parece ir en la dirección opuesta: aumento desmedido de la obra pública y reducción del esfuerzo en educación (brutal en el caso de la Universidad Pública). Es necesario rearmar ideológicamente la izquierda para ofrecer una alternativa viable y humanista a la barbarie del liberalismo a ultranza y la lógica tramposa del mercado por el mercado. Hay otras formas de pensar y hacer las cosas.

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14 noviembre 2008

Deflactan, luego cabalgamos

Gobierno de Navarra y PSN (esto es, el Movimiento, en versión foral y reseteada) anuncian con evidente autocomplacencia la deflactación (vaya palabro) de la tarifa del IRPF para 2009 en un 2,5%. No deja de sorprender la capacidad de Miranda para decir con toda naturalidad una cosa y la contraria en plazos de días, vendiéndolo, además, como idea propia. Lo hizo con los 400 euros, lo repitió con los Presupuestos Generales del Estado y lo vuelve a hacer ahora. Está claro que este hombre tiene futuro en UPN.

A lo que iba. ¿Qué están anunciando a bombo y platillo? Simplemente, que cumplen con su obligación de gobernar. Más o menos como si Miranda diera una rueda de prensa cada mes para dejar constancia de que ha firmado la nómina del personal de la Administración navarra. La medida acordada no significa reducir impuestos, sino dejarlos como están. Por el contrario, no deflactar la tarifa supone una subida (encubierta y, se presume, menos dolorosa) de impuestos. Luego lo que, en su caso, hubiera debido anunciarse es precisamente la renuncia a la deflactación. Demasiado a menudo da la sensación de que estos gobernantes consideran que las entendederas de la ciudadanía son escasas o que apechuga con cualquier tontería que se le pretenda encasquetar.

Pero el asunto aún da más de sí. En una nueva profesión de fe en su peculiar —por cutre, alpargatera y casposa— noción del keynesianismo, nos salen con que, magnánimos ellos, la reducción de la tarifa no se queda en la inflación prevista sino que añaden ¡un 0,5% más! a fin de aumentar la renta disponible de las familias «para que ahorren, consuman o paguen préstamos» (la cita quizá no sea literal, es lo que se recoge en la prensa, pero me da pudor no entrecomillarla, no sea que parezca mía). Es, dicen, «una nueva medida social». ¿Qué entenderá la gente del Movimiento por «social»? ¿Un sistema sólido de prestaciones sociales y solidaridad interpersonal? ¿Pagar un 0,5% menos de IRPF? Porque los sedicentes socialistas navarros están haciendo todo lo posible para que lo primero sea inviable…

Y es que lo del «regalo» del 0,5% suena a cachondeo, porque se basa en una inflación prevista para 2009 del 2%. De risa. ¿Apostaría Miranda su congeladísimo sueldo de lo que queda de legislatura a una inflación del 2% en 2009? ¿A que no? Porque no se cree esa cifra. Una nueva burla, dar a entender que hay un regalo adicional cuando es muy probable que la inflación esté en 2009 por encima de ese 2,5%. Miranda ha dejado claro este mismo año, con su propio sueldo, la seriedad con que se toma la cifra de inflación prevista.

De este paripé cabe extraer dos conclusiones: la primera, que el Gobierno de Navarra está paralizado, es incapaz de afrontar situaciones críticas y carece de propuestas distintas a las de asegurar el negocio a sus socios en la sombra de tantos años, sobre todo del mundo inmobiliario. La segunda, que necesitan dar pábulo al PSN para que parezca que tiene iniciativas y puede ser un socio eficaz. Ya sólo falta oficializar el noviazgo. A tal fin, si me permiten, propondría una denominación de síntesis para el Movimiento. La unión de UPN y PSN daba UPNPSN. Como el orden de los factores no altera el por otra parte indefinible producto, podemos escribir UPPNSN, esto es, U(PPN)SN. Dado que el PPN voló, lo que nos queda es USN ¿Que qué quieren decir esas siglas? Qué más da. Si hasta ahora no ha importado, no vamos a empezar a preocuparnos ahora…

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04 noviembre 2008

El «negro» Obama

Por si alguien no se ha enterado, hoy (hora más, hora menos, no es cosa de andar con pejigueras con los husos horarios) son las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América (en México suelen decir la Unión Americana porque ellos también son Estados Unidos). Puestos a elegir, parece preferible Obama a McCain, aunque tampoco hay que dejarse deslumbrar. Mi candidata era Clinton, la veía mucho más capaz, decidida y con algunas ideas claras. Obama no parece contener nada bajo esa envoltura brillante y atractiva, puro fenómeno mediático más preocupado por los vaivenes de los sondeos que por dotar de contenido real a su programa.

Hay que tener cuidado al trasladar la jerga política estadounidense a sus equivalentes fonéticos europeos, porque su significado es bien distinto. Téngase en cuenta que Estados Unidos es un país gobernado por una plutocracia apuntalada por una clase media profundamente identificada con el sistema. Sistema que, no se olvide tampoco, goza de una fuerte legitimación entre las clases populares, aunque no participen habitualmente en el proceso político. Así, una lectura cuidadosa del programa económico de Obama revela que se dirige fundamentalmente a la clase media, con sus ofertas de rebajas fiscales y mejoras sociales.

Pero el análisis de las políticas de Obama queda para su —deseable, dadas las alternativas disponibles—puesta en práctica. Aquí me interesa sacar a colación una cuestión que me llama la atención, como es que reiteradamente se diga que Obama puede ser el primer presidente negro en la historia de su país. Fijémonos en la expresión: negro. Hay un sustrato racista en ello. No por resabios políticamente correctos sobre si usar ese u otro término, sino porque el mismo hace referencia a un concepto de «blanco» restrictivo y excluyente. ¿Por qué, por ejemplo, a una persona que tenga sólo un progenitor blanco ya no se le considera blanco? ¿Por qué personas cuya blancura de piel supera la de muchos blancos de generaciones, no son consideradas como tales si tiene una sola gota de sangre no blanca? ¿No es un a estupidez todo esto? Y sobre todo, ¿no es una estupidez con tintes racistas, que implícitamente supone que el estándar con el que medir todo lo demás es «lo blanco»?

Y ello sin entrar en el hecho de que las diferencias de color son accidentales y que puede haber diferencias biológicas de mucho mayor calado entre personas del mismo color. Pero ahí seguimos, alimentando concepciones falsas y, lo que es peor, dañinas. Mundo estúpido…

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03 noviembre 2008

Las cuentas de Navarra: cemento vs. educación

Ya tenemos proyecto de presupuestos de Navarra. La primera impresión es que no hay sorpresas: se amoldan a lo previsible en un gobierno de derechas sin alternativas. A falta de un análisis más detallado, sólo apuntaré algún aspecto particularmente llamativo.

  1. Las partidas de mayor contenido social (educación; salud; asuntos sociales, familia, juventud y empleo), se incrementan por debajo del IPC, es decir, se reducen en términos reales.
  2. De entre ellas, destaca el caso de la partida de educación, que sólo se incrementa un 0,51%, esto es, retrocede significativamente, cuando hay una mayor demanda que atender. A consignar que dentro de esta partida la transferencia a la Universidad Pública se reduce casi un 20%.
  3. También el presupuesto de cultura se reduce, en este caso y siempre en términos nominales, en casi un 21%.
  4. Como no hay mal que por bien no venga, menos mal que la partida de obras públicas, transporte y comunicaciones se incrementa ¡un 28,35%! sobre el presupuesto de 2008.
Esta es la respuesta del regional-socialismo (UPSN) a la crisis: más cemento, menos gasto social, reducción significativa del esfuerzo en educación. Muy típico de sociedades poco desarrolladas que sólo son capaces de pensar en el cemento cuando vienen mal dadas: en otro tiempo eran pantanos y ahora son autovías. Keynes sigue vivo, a pesar del suntuoso funeral que se le oficiara en los ochenta, pero el Keynes foral es un remedo, un espantajo, un zombi del verdadero.

Lo que ahora toca no es refundar el capitalismo, sino rearmar ideológicamente la izquierda para ofrecer una alternativa viable y humanista a la barbarie del liberalismo a ultranza y la lógica tramposa del mercado por el mercado. ¿Quiénes están en Navarra en condiciones de acometer la tarea?

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02 noviembre 2008

Al César lo que es del César

Tiene razón Santiago Cervera en el artículo publicado el sábado uno de noviembre en Diario de Noticias. Al menos en el diagnóstico que hace del resultado de tantos años de gobierno de UPN y la generación de una auténtica casta de cazadores —término más apropiado que el de «buscadores»— de rentas, un entramado confuso de empresas, empresarios, profesionales, algunos de toda la vida, otros recién llegados, muy puestos en los entresijos del presupuesto y expertos en su ordeño eficaz, sistemático y exhaustivo. La mayoría ha medrado al calor de la obra pública, pero no es el único campo de juego y el de las prestaciones sociales también ha permitido negocios muy rentables y pingües beneficios. En demasiados casos no es aventurada la sospecha de que muchas iniciativas, ya sean de obras públicas, servicios sociales, política tecnológica o diseño urbano, se ponen en marcha no tanto por su aparente justificación económica, política o social, sino únicamente para alimentar esas «ventajas y parabienes» de que habla Cervera y que no siempre es fácil distinguir del puro saqueo. El gran problema es que este núcleo ha adquirido una fuerza considerable y se ha convertido en un agente activo de la política de Navarra. La alarma que se generó en su seno ya antes de las elecciones forales de 2007 y muchas actuaciones posteriores (entre las que destacan las del hostelero —¿confundirán algunos hoteles con pensiones?— maldito del PP) tienen mucho que ver con el desenlace del entuerto y el mantenimiento del statu quo. Se pasa así de una relación parasitaria a otra simbiótica. Para cerrar el círculo faltaba un simbionte, tan esencial como experto en esas lides. Ahí está la clave fundamental del revuelo de las últimas semanas, el cambio de pareja de UPN y el cabreo de Cervera.

Otra cosa es que meta en el mismo saco (seguramente para que no parezca que sólo arremete contra UPN) demandas sociales para satisfacer necesidades básicas. O que alardee de liberalismo, cuando estamos asistiendo al enésimo fracaso de la ensoñación liberal. O que, siendo tan consciente de la situación, sólo la haya denunciado cuando parece irle mal en UPN (por no decir que le han dado la patada). No lo hizo siendo consejero y mucho menos —todo lo contrario— lo hizo en la última campaña electoral.

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